El marido de Daniela Gómez la dejó sola para irse a jugar fútbol con sus amigos, ignorando la advertencia: “al primer hombre que cruce esa puerta, me lo echo”. No pasaron muchos minutos cuando el timbre sonó. Un repartidor, tímido y nervioso, no imaginaba lo que le esperaba. Ella, voluptuosa y decidida, no estaba dispuesta a dejar pasar la oportunidad de cumplir su palabra.
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